Viajes

Ciudad de Salta

Atrás quedaron Montevideo, Colonia, Buenos Aires. Todo eso es rutina, bus, barco, avión, taxi, trámites, esperas. Un largo recorrido en breves horas, hasta aquí, hasta Salta, La Linda.
Linda y apacible, bostezando a la hora de la siesta en la que arribo. Una ciudad que por momentos se transforma en un pueblito del interior de Uruguay. Mismo rostro, mismo ritmo. Será que todos los pueblos del interior sudamericano son exactamente iguales?- me pregunto al salir del hostel que elijo en la calle Entre Rios casi Zubiría.
Pero al llegar a la Plaza 9 de Julio todo cambia. Ya no es un pueblito igual a otro, dormido, sustituible. Aparece la historia, no la primitiva, no la primera. Aquella de 1580, colonial, de los tiempos de Hernando de Lerma, de virreyes y coronas, de conquistas, de batallas.
No en vano es la cuidad argentina que mejor conserva la memoria de esos años coloniales, antiguos, descascarados, pero que la hacen encantadora, como una viejita que se maquilla cada tarde para pasear por la plaza.

Camino hacia ella, hambrienta, cansada, perdida. Tambien hambrienta de cosas nuevas. Espero que algo me asombre, me haga sonreir. No se porqué pero este viaje me ha costado, mi humor ha costado, se me ha vuelto caprichoso, por primera vez le dieron ganas de quedarse en casa y no salir. Y mientras camino y busco, y miro, y exploro, y siento, espero ese momento en que las ganas han de volver. Sí es cierto, amo viajar. Quiero todo lo nuevo de este mundo, mucho más de esta sudamérica mía, antes que cualquier otra tierra, ante que cualquier otra lengua, historia o sangre. Quiero. Y entonces espero. Me dejo llevar, camino y camino en la tarde plomiza de la capital salteña, calurosa, quieta, sonriente en los ojos de su gente amable.

Un barcito frente a la plaza principal me invita a sentarme junto a sus palomas. Miro la Catedral de frente, clara, vestida de rosa y amarillo pálido, señorial, orgullosa. Me gusta. No siento especial atracción por la iglesias, pero me gusta. Embellece, atrae, dice. Dice que ella es la mas linda, que es hacedora de milagros, que guarda orgullosa los restos del Gral. Martín de Güemes, y otros heroes de norte, luchadores de la patria, soldados también sin nombre que se identifican en el panteón como "desconocido", héroes sin nombre. Sentí tristeza.

Bordeo, camino, sigo mirando. Dejo atrás el Cabildo, el Museo de Arqueología de Alta Montaña, galerías, peatonales, bares, agencias de turismo, gente, mucha gente concentrada en su entorno. La camara fotografica se empieza a animar, las ganas están ahi esperando en la esquina de Caseros y Cordoba, frente a la Basílica de San Francisco, roja y oro, imponente, rebuscada, recargada. Imposible ignorarla. Imposible no querer fotografiarla. Quien diría? Mi falta de fe religiosa seducida por un templo de Dios. Aunque solo fuera su rostro, no su corazón, no ese que aún no comprendo, pero la admiro, me hace callar, determe por un buen rato. Hermosa por fuera, hermosa y triste por dentro, muda, oscura, sucia, a pesar de ser Monumento Histórico Nacional. En algo me recuerda a la decadencia montevideana. Pero también me gusta, reconozco, lo decadente, lo que queda detenido de alguna forma, lo que no pretende esconder el paso del tiempo

Sigo. Tengo que seguir, tengo que salir de los templos, encontrar la gente, encontrar el alma de la cuidad. Pero estoy agotada, sedienta. Necesito cerrar los ojos, dormir, vaciar mis pensamientos cargados de oficina, rutina, de días alocados, de preguntas, de incertidumbres. Necesito irme por un rato y abrir los ojos cuando sienta que he llegado a donde quiero llegar, que voy a encontrar en este viaje lo que he venido a buscar.

No tengo idea qué es. Pero sé que algo estoy buscando y aun no lo encuentro.

1 comentario:

  1. Muy buena crónica es cierto Salta tiene en su atractivo arquitectónico una de sus perlas. Es una ciudad muy cálida por su gente. Me gusta volver a ella siempre que puedo. Me gusta Salta!!!

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