Viajes

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El 28 de junio de 1914 el archiduque Francisco Fernando de Austria, heredero del trono del Imperio austro-húngaro, fue asesinado en Sarajevo por un joven estudiante nacionalista serbio. A un mes de este acontecimiento, Austria declara la guerra a Serbia e inmediatamente se desencadena la Primera Guerra Mundial.

Me detengo a pensar en el peso que ciertos hechos, aparentemente ajenos y lejanos a nuestra vida actual, tienen sobre el destino de las personas, incluso muchos, muchos años después. Y allá lejos, descubro el puntapié inicial de este viaje con el que hoy comienzo a moverme.

En aquella guerra peleó Mátyás, mi abuelo paterno, nacido en Rájka, Hungría. En aquella guerra Hungría perdió gran parte de sus territorios, y desmembrada y hambrienta, perdió también el esplendor del que gozaba mientras formó parte del Imperio. La historia es archi conocida. Es la historia de los inmigrantes que huyeron de la pobreza y los conflictos sociales de la época, hacia un mundo que prometía mucho: la idílica América del Sur.

En Marzo de 1925, Matías (como aquí le llamaron)  partió solo en un barco hacia Buenos Aires. Quién sabe porqué ni cómo, pero se equivocó de puerto y desembarcó en Montevideo con su pequeña valija de herramientas (por aquél entonces trabajaba en la Construcción). Supongo que cuando notó su error ya era tarde y aquí se quedó, trabajó en lo que pudo, conoció a una hermosa  mujer yugoeslava de mirada triste llamada Gisella, se casó con ella, construyó su casa, y tuvo dos hijos. Jamás volvió a su tierra. Allá quedó su familia, su madre, sus hermanos y su pequeño pueblo. Su hermana María se embarcó dos años después de la partida de mi abuelo en el buque Mendoza, esta vez sí, con destino elegido: Montevideo.

Y así comenzó mi historia y la historia de este viaje. Un viaje con el que siempre he fantaseado y solo hace casi dos años, luego de haber localizado a mi desconocida familia húngara, comenzó a tomar forma de sueño hecho realidad.

Comenzar a moverse. Esa fue la consigna. Dejar de imaginar, de adivinar, de preguntar, de intuir los rostros, los gestos, las voces de aquellos que habían quedado, arraigados a un destino, a una familia, a una patria que mucho tiempo después resurgió de las cenizas y se hizo próspera y a la vez recibió a otras gentes que huían de sus propias miserias, en quién sabe qué parte del ancho mundo.

Esta es la historia de búsquedas, de desencuentros, de adioses y añoranzas, pero también de reconstrucción, resurgimientos, de esperanza, de un largo viaje que nunca acaba, y que en dirección contraria a aquel que inició mi abuelo en 1925, iniciaré en menos de cuatro meses.

No voy para quedarme, pero voy para encontrarme. Voy para reencontrar a mi abuelo y a mi tía María, que jamás habrán siquiera imaginado que algún día, casi cien años después, su nieta atravesaría la misma puerta  que ellos habían cerrado para siempre.

Y todo gracias a Gavrilo Princip.





4 comentarios:

  1. Como siempre. No empezaré a escribir por el principio. Suelto palabras y ella se van ordenando solas. Empecemos con una frase digna de cuaderno de escolar: qué bonito lo que acabo de leer. Sí, bonito. No solo por lo bien escrito (nunca está demás decirlo) sino por la emoción que hay entrelíneas: sale el chorro de luz por los huequitos que dejan las frases.

    De un tiempo a esta parte lo que más me interesa en los viajes es esa gente que lo deja todo y se va a buscar algo o alguien. Ya, eso lo puede decir todo el mundo. Pero hay una diferencia entre una vida como la de Matías y uno de los miles de bloggers europeos que veo y leo (leía) y lo presenta todo de un modo heroico e irrepetible: me voy, lo dejo todo.

    Sí hombre pero atrás ¿qué dejas? El depa ya pagado. O la casa de los padres adonde siempre se puede volver. Una cuenta en el banco por si el viaje no sale como uno espera. Un país adonde se puede volver y donde sabes que no vivirás en la indigencia porque el Estado te puede, mal que mal, proteger. Y te vas con un pasaporte que sabes que te abrirá las puertas del mundo y que te dará la garantía de que no te vean como un sospechoso de todo aunque no tengas culpa de nada.

    No sé quién es más viajero o héroe. Cada cual tiene su propio mundo y hace su historia y lo vive como quiere. Pero a mí me gusta gente como Matias. Me identifico con su historia. Me veo en él o en alguien como él. Me veo en el africano que lo deja todo, pero en verdad “todo”; me veo en el latino que tiene que cruzar el desierto en la frontera yanqui para ir a buscar lo que haya detrás de ese terreno fantástico que es el límite entre la (dura) realidad y (el beneficio de) los sueños. No he tenido que sufrir ni un ápice de todo lo que esa gente puede haber sufrido pero me identifico con su desarraigo, con el dolor de tener que dejar a quien te quiere, con la sensación de ser el extranjero, con el pesado tormento de la incertidumbre. Con el hecho de que las fuerzas del azar (nunca del todo malas) dominen la vida e indiquen la ruta: un descuido y llegar a otro puerto por ejemplo; un soplo de viento y una balsa que se vuelca y te mueres con tus sueños de inmigrante, por ejemplo.

    Hombres y mujeres que los mueve la coyuntura histórica: el asesinato de un archiduque, por ejemplo. Guerras, matanzas, violencia, pobreza, sueños, deseos, apetitos, fe. Esas historias me conmueven por anónimas y grandiosas. Me parecen más llenas de savia humana que la de un especialista en cualquier cosa al que abruma la oficina y el bienestar y dice: me voy, lo dejo todo.

    Pero me gusta sobre todo la paradoja del destino, las dulces ironías de la vida: una nieta de un húngaro aventurero que hace el camino de vuelta para ir a buscar las raíces al otro lado del mundo. El viaje circular. La redondez del sueño que acaba para volver a empezar. No sé si me explico (sé que no lo hago), pero debería ser más cauto, medir la palabra, racionalizar la expresión, mejorar la nula calidad expositiva. No me importa. Sé que entiendes. Sé que sabes que quiero desde ya leer tu encuentro con esa otra parte de ti. Porque eres mi amiga, porque es el tipo de historias que interesan, que merecen ser contadas. Toda la suerte del mundo y gracias por esta historia de novela…

    Mil besos y toda la suerte del mundo en esta aventura.

    Pablo

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  2. Pablo, solo hace un par de días que leí tu comentario! Y desde entonces he querido esperar a tener el momento adecuado de tranquilidad para responderte.
    Antes que nada, muchas gracias por tus palabras (siempre tan especiales) y por esa visión que me has dejado, la cual comparto plenamente.
    Tantas veces he tratado de imaginar qué sintió Matías a salir de Hungría, si pensaba en regresar, si sabía que esa era la última vez que vería su tierra..en fin, tantas preguntas que ya no le puedo hacer y que no me perdono no haberlas hecho cuando sí pude. Pero los porqúe son muy largos y no vienen al caso ahora....Sabés que mi abuela paterna (a la que nunca conocí porque murió antes de que yo naciera) vino de Yugoeslavia cuando era adolescente. Sus padres (sumidos en la pobreza) la enviaron sola en un barco rumbo a Montevideo, en donde estaba su hermana que había sido enviada en las mismas condiciones un tiempo antes. Ellas nunca le perdonaron a sus padres el haberlas mandado a un país extraño, solas. Mi abuela siempre fue una mujer triste, y sufrió de depresión. Su historia no fue la de Matias, ella no decidió dejarlo todo, pero sufrió el desarraigo tanto o más que aquéllos que sí decidieron irse. La tierra de uno siempre es como la matriz..y fuera de ella, sentimos y sentiremos siempre esa sensación de desamparo, de desolación. Pero qué bueno es cuando uno puede elegir, cuando a pesar de lo que se deja atrás, se es feliz con lo que se encuentra adelante, en aquel lugar que elegimos por x motivo, cuando vamos atrás de un sueño, de un amor, de un proyecto...lo que sea que nos haga mover...y como tú dices, cuan valioso es cuando en verdad, lo dejamos todo, cuando quemamos las naves realmente, cuando el retorno llega a ser casi tan heroico como la partida...Eso sí es coraje! Y te confieso que yo no se si lo tendría. Creo que sólo un gran amor (como el tuyo por Pilar) me haría "dejarlo todo" y pese a que jamás dejaría de añorar mi tierra, sigo creyendo que todo lugar puede ser "nuestro lugar" si allí está puesto el corazón..

    Mil besos y ya te contaré los detalle de ese tan ansiado encuentro con mi familia (lo digo y ni yo me lo puedo creer!!)

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  3. Hola!
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  4. :D... que empiece tu sueño amiga... !!!!
    De aca va toda mi energia positiva para que asi sea!!!

    Tus palabras emocionan siempre.. lindo volverte a leer..

    Besos..

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